Tuve ocasión, el pasado jueves, de asistir al primer evento sobre teletrabajo y nómadas digitales celebrado en Cádiz. Realmente puedo afirmar que cumplió con mis expectativas y los ponentes que participaron en las sucesivas mesas redondas no defraudaron. Personalmente, habría preferido que los análisis de los invitados hubieran sido más extensos. Aún con todo, quiero enviar una enhorabuena a los promotores y organizadores de este evento.
Hay varios aspectos de los temas que se trataron que quisiera destacar en esta publicación. Por un lado, es evidente que el teletrabajo ha venido para quedarse. La pandemia aceleró cambios de hábitos y formas de afrontarlo que, de otro modo, probablemente habrían tardado bastantes años en llegar. Las posibilidades que ofrece esta deslocalización es evidente. En la actualidad, muchos profesionales tienen la oportunidad de desarrollar su actividad laboral en cualquier parte del mundo. Aún más, existe la posibilidad de que se encuentren viajando permanentemente a lo largo y ancho del planeta sin tener un lugar de residencia fijo.
Una consecuencia de lo dicho en el anterior párrafo es que muchas ciudades por su atractivo y la calidad de vida que ofrecen a sus residentes atraerán profesionales altamente cualificados. Es una oportunidad de aprovechar este talento en beneficio del país y de la ciudad de acogida, mejorando las condiciones de desarrollo económico, industrial o culturales, por citar alguna de estas.
Frente a todas las oportunidades, se puso de relieve la necesidad de que tanto entes públicos como privados trabajen conjuntamente para mejorar los atractivos que ofrece nuestro país. Es evidente que hay que satisfacer una gran cantidad de necesidades de las personas que acogemos, de forma que puedan integrarse en nuestra sociedad rápida y eficientemente.
Es suma, el congreso concluyó transmitiendo la idea general de que se abre un nuevo escenario laboral en el que, si queremos aprovechar todas sus ventajas, nos obliga a trabajar unidos hacia un objetivo común.